David Farlarnd, en su libro «Drawing on the power of resonance in writing (Aprovechando el poder de la resonancia al escribir)», describe la «resonancia» como aquello que nos provoca fuertes emociones debido a pasadas experiencias similares, y abunda en que a un lector una historia que resuena con sus recuerdos le parecerá especialmente significativa o rica, mucho más que una historia con la cual no puede relacionarse.
Por ejemplo, las novelas para jóvenes adultos, o «YA novels» tales como «Hush, hush»,«Divergente»,«Los juegos del hambre» y «Bajo la misma estrella», se apoyan fuertemente en las vivencias propias de los lectores de entre 12 y 20 años. Siendo predominantes las historias con conflictos amorosos, búsqueda de identidad, y relaciones interpersonales (familiares, de amistad, etc.). Pero estos mismos temas pueden ser de gran atención para adultos mayores al rememorar aquellas vivencias. La melancolía y la remembranza de los «buenos tiempos» resuenan poderosamente.
Sin embargo, esto implica que en ocasiones el escritor deberá ser cruel.
Imaginemos que estamos escribiendo sobre un día común de nuestro personaje antes de que suceda algo inesperado en la historia:
Ana colocó su café junto al teclado y comenzó a contestar los correos que había recibido durante su descanso. No tomó demasiado antes de que dirigiera toda su atención a ello.
Contestaba el último cuando escuchó un grito detrás de ella. Sorprendida giró golpeando la taza con su mano y derramando el café sobre el pequeño peluche que reposaba en un extremo de su escritorio.
El responsable, Marco, lanzó un «¡Aguas!» al ver caer la taza al suelo, haciéndose pedazos. Sin embargo, Ana solo había prestado atención al destino del peluche. Las lágrimas habían salido casi instantáneamente al verlo arruinado.
Esta escena puede no significar mucho para un niño que jamás ha trabajado en una oficina, sin embargo, para aquellos que lo han hecho alguna vez sin duda les resultará familiar: Ir a comer, volver con un café o té en las manos, reanudar la jornada laboral y ser interrumpido por colegas en los momentos más inoportunos.
Pero no es suficiente. La resonancia es débil. Sí, muchos hemos vivido aquellas experiencias pero no son realmente significativas en nuestro día a día. De aquí a un año no platicaremos en una reunión de año nuevo «hace seis meses me interrumpió Marco mientras mandaba correos y arruiné mi peluche del escritorio», a menos que nuestra vida sea muy aburrida. Así que tenemos que subir el nivel, tenemos que buscar algo que resuene poderosamente con nuestros lectores, algo que sea realmente significativo, y por desgracia, eso implicará muy probablemente recordarles acerca de algún evento triste que les haya marcado.
Agreguemos un fragmento a nuestra pequeña narración:
Ana colocó su café junto al teclado y comenzó a contestar los correos que había recibido durante su descanso. No tomó demasiado antes de que dirigiera toda su atención a ello.
Contestaba el último cuando escuchó un grito detrás de ella. Sorprendida giró golpeando la taza con su mano y derramando el café sobre el pequeño peluche que reposaba en un extremo de su escritorio.
El responsable, Marco, lanzó un «¡Aguas!» al ver caer la taza al suelo, haciéndose pedazos. Sin embargo, Ana solo había prestado atención al destino del peluche. Dos meses atrás ella había tenido una discusión con su mamá y había salido de la casa sin despedirse. Había sido algo tonto y solo después se había dado cuenta de ello, así que había decidido comprarle aquél obsequio a manera de disculpas. Pero no había podido entregárselo. Su mamá había fallecido aquél día de un paro cardíaco y Ana había recibido la noticia por teléfono minutos antes de llegar a casa.
Desde entonces había conservado el pequeño peluche en su escritorio en el trabajo, teniendo la vaga esperanza de algún día llevarlo a casa consigo y poder entregárselo a su mamá, a quien extrañaba cada día que pasaba.
Las lágrimas habían salido casi instantáneamente al verlo arruinado.
Muchos adultos hemos sufrido la pérdida de algún familiar cercano y podemos imaginar lo que Ana debe haber sentido. Y más aún, muchos guardamos algún recuerdo de aquella persona que perdimos súbitamente y lo protegemos con cariño.
Al agregar este recuerdo el personaje Ana se convierte en alguien más cercano a nosotros, alguien a quien podemos entender y con quien nos podemos relacionar. Es entonces que la historia comienza a tomar un valor mayor y más personal. Será una historia que probablemente recordaremos aunque pase el tiempo.
Sin embargo, este pequeño acto de crueldad, aprovecharnos de los momentos significativos de nuestros lectores, debe ocuparse con mesura. Tratar de hacer un personaje «demasiado relacionable» puede rayar en lo absurdo. Como ejemplo, no necesitamos explicar de qué trataba cada uno de los correos que Ana contestaba (nadie quiere leer que eran correos de contabilidad e impuestos), ni que la taza era de las que la empresa había comprado para la fiesta de año nuevo.
Asímismo, no necesitamos entrar en detalles sobre cómo Ana había vivido todo el proceso luego del fallecimiento de su madre (el funeral, las noches en vela y todo el dolor que ello conlleva).
Como escritores somos responsables de nuestros personajes, pero tenemos también un compromiso con nuestros lectores. Debemos ser respetuosos a la hora de ocupar aquellos recuerdos dolorosos para brindar poder a nuestras historias. La resonancia debe ocuparse de forma responsable.
-forseti